Una atrapante historia sobre dos futbolistas paraguayos que secuestraron un avión que despegó en Bogotá, Colombia, fue recordada por una página internacional.
Se trata del secuestro del avión HK-1274 de la Sociedad Aeronáutica de Medellín, que ocurrió el 30 de mayo de 1973.
La aeronave tuvo su primera parada en Cali, luego en Pereira, donde subieron dos pasajeros que se sentaron en la parte de atrás y se empezaron para dar el golpe. Al despegar, estos se pusieron sus capuchas y se levantaron gritando “esto es un secuestro”, mientras realizaron un disparo intimidatorio.
El caos se apoderó del avión, mientras en la cabina no se daban cuenta aún de lo que estaba pasando, hasta que uno de los secuestradores entró y le apuntó un arma en la cabeza al líder de la tripulación, el capitán Jorge Lucena.
“Lucerna inmediatamente le pidió que diga sus requerimientos y el secuestrador dijo solo una palabra: ‘Aruba’. Pero Lucena volvió a preguntar, ahora con escepticismo: ‘¿A Cuba?’. ‘No, Aruba’ contestó el aeropirata”, describe el portal internacional Infobae.
Como Aruba estaba a mil kilómetros de Pereira, el capitán informó que estaban secuestrados y necesitan recargar combustible para cumplir con las exigencias de los secuestradores. Aterrizaron en Medellín y, 45 minutos después, partieron rumbo a Aruba.
En el trayecto, los delincuentes exigieron que se les dé 200 mil dólares y la liberación de sus compañeros presos políticos de una cárcel del departamento de Santander, en Colombia, señalando que pertenecían al grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional.
Al llegar a destino, la negociación no tuvo éxito, pues les ofrecían solo 20.000 dólares a cambio de liberar a los rehenes.
Diez horas después, despegaron de Aruba camino a Lima, Perú, pero por la distancia la nave necesitaría mantenimiento, entonces tuvieron que regresar.
Accedieron
Un grupo de ciclistas viajaba en el avión; debía presentarse a una competencia importante. Entonces, un integrante del equipo habló con los secuestradores y les explicó que no querían perder la oportunidad. Los malvivientes accedieron y liberaron a los competidores y otros pasajeros.
“Además de empatizar con los deportistas y de conversar amistosamente con ellos sobre pronósticos deportivos, el acento de los secuestradores no era colombiano. Algunos creían que era argentino o paraguayo, pero no de alguien que perteneciera al Ejército de Liberación Nacional”, detalla.
Se escaparon
Cuando permitieron que la azafata se bajara a subir comida y agua para los tripulantes, unos pasajeros idearon un plan de escape. Apenas se encendieron los motores y el avión empezó a moverse, un ingeniero abrió la puerta de escape y muchos se tiraron, pese a que la altura era de 5 metros.
Algunos resultaron con lesiones sin gravedad y lograron huir.
Debido al cansancio y la presión, el piloto fue relevado luego de que los secuestradores aceptaron a cambio de un maletín con 50.000 dólares.
Dos días después, el nuevo destino era Antofagasta, Chile. Pararon en Guayaquil y después en Lima, donde liberaron a 14 de 23 pasajeros que quedaban. Finalmente fueron hasta Mendoza, Argentina; allí estuvieron 55 horas y volvieron a despejar luego de soltar a todos los pasajeros.
El nuevo capitán, Hugo Molina, anunció que llegarían a Buenos Aires en dos horas, pero eso no pasó y creció la preocupación. Cuatro horas después, el avión aterrizó en Ezeiza, ya sin los secuestradores y los tripulantes estaban en la mira por sospecha de complicidad.
Molina explicó que llegaron a un “trato de caballeros” porque los secuestradores querían llevarse a las azafatas como rehenes para no ser atrapados.
“Para precautelar la vida de las azafatas, el capitán y su copiloto dieron su palabra ante los secuestradores para guardar silencio hasta llegar a Buenos Aires”, relata Infobae. Antes de llegar a Ezeiza, bajaron a un secuestrador en Resistencia y al otro en Asunción, lugares donde no tardaron más de diez minutos.
Les identificaron
Pasaron cinco días y dieron a conocer los nombres de los aeropiratas. Se trataba de los futbolistas paraguayos Eusebio Borja y Francisco Solano López. “En Pereira, donde comenzó el secuestró, había una comunidad de futbolistas inmigrantes paraguayos que buscaban integrar el Deportivo Pereira. A la comunidad se la conocía como la “Pereira paraguaya”. Borja y Solano López pertenecían a esa comunidad y fue uno de sus colegas quien dio la pista de su identidad”, continúa el relato.
Solano López fue detenido en Asunción y dijo que “estaba cansado de pasar hambre y miseria y por eso decidí secuestrar el avión” y señaló que inventaron que pertenecían a una guerrilla colombiana.
El “Toro” Solano y “Cacho” Borja, como los apodaron, llegaron a jugar en el América de Ambato, un club de la primera división ecuatoriana de fútbol que luego descendió y los paraguayos jugaron en equipos de menor categoría.
“Después de fracasar en el fútbol luego su breve paso por la liga ecuatoriana y de caer en penurias económicas, decidieron secuestrar un avión”.
Solano López fue extraditado a Colombia para cumplir 5 años de cárcel. Habría fallecido en Buenos Aires. En cambio, Borja nunca fue atrapado.