Hola diario EXTRA. Soy Susana, tengo 29 años y me dedico a la prostitución. Tuve una vida demasiado complicada en mi infancia, prácticamente fui niña de la calle.
Mis padres se drogaban mucho y no me cuidaban, dormíamos en iglesias, muchas veces en escuelas y hasta debajo de un puente. Nunca supe lo que es tener una muñeca de criatura, un juguete, un baño con ducha.
Teniendo el ejemplo de mis padres no quise drogarme, ellos se descompusieron tanto que murieron muy jóvenes, cuando yo apenas tenía 8 años de edad. Nos pasábamos con mis hermanos pidiendo plata en las calles.
Había una señora que me quería mucho a mí, era de la zona por donde yo me movía, ya estaba viejita. Entonces ella empezó a darme de comer, luego ya me iba todos los días a su casa y después ya me quedé definitivamente, dormía en una cama, tenía techo y comida, nunca más quise volver a la calle. Tenía amor, todo lo que pudiera desear.
Se murió cuando yo tenía 14 años, y de vuelta mi mundo se derrumbó y mi única opción era la prostitución.
Desde ese tiempo solo me dedico a eso, y nunca más quise cambiar de trabajo porque me acomodé. Siendo sincera y sin menospreciar a las de mi rubro, varias noches lloré por el simple hecho de tener que entregar mi cuerpo para poder obtener dinero, porque muchas veces estuve cansada, con ganas de quedarme a dormir, pero porque me faltaba plata tenía que salir.
Cuando murió la abuelita, yo pasé a la prostitución, pronto pude alquilarme un lugarcito, de mala muerte, pero bueno ya era un lugar para vivir, y con el tiempo pasé a algo mejor.
Nunca soñé con lujos, acepté mi destino pensando en que el amor no llegaría a mí, que ningún hombre se fijaría en mí como algo más, pero contra todo ese pensamiento, llegó.
Ese hombre me pagaba solo para hablar a veces y me permitió elegir el momento en que quiera tener sexo con él. Ese hombre me paga para que no esté con otros y ahora me propuso matrimonio, me dijo que tiene la casa para que vivamos.
Sé que es un hombre que salió adelante desde abajo, trabajador, buena gente, pero tengo miedo de enfrentar a su familia, tengo miedo de no adaptarme y querer volver a lo mismo. Le quiero mucho, pero no me creo que esté pasando esto. Siento que no me merezco ¿Qué piensa?
La respuesta: