La comunidad ucraniana en Paraguay se lució en estos días con una donación diferente a las donaciones de armas que resuenan en los cables internacionales.
Ucrania, el granelero de Europa, necesita comida y recibió una donación de 22 toneladas de arroz desde Paraguay.
Es lo que sale del corazón desde un país que recibió a ciudadanos de ese país que se instalaron principalmente en Itapúa hace 90 años.
Tendría que ser un gesto que se repita en más países y el Gobierno tiene que comprometerse a impulsar más iniciativas de este tipo.
Nadie es tan pobre que no pueda dar, ni nadie es tan rico que no pueda recibir.
En Ucrania hay jóvenes que se esconden para no ser reclutados y morir. Hay familias que ganan miserias, comen palomas y dejan con hambre a sus mascotas.
El mundo tiene que acompañar este dolor y dejar de ser un mero espectador de las noticias.
Encuentro muy esperanzador el hecho de que las familias del sur estén dispuestas a albergar hasta en sus casas a los inmigrantes de este dolido país.
Que esta circunstancia nos sirva para contagiar de paz al mundo y demostrar que también los países en desarrollo tenemos algo para dar.