Uno de los temas de debate más comentados alrededor del mundo en los últimos días es la oleada de suicidios producidos a raíz del juego “La ballena azul”, un siniestro desafío que invita a niños y adolescentes a superar 50 pruebas (una por día) y que culmina con el jugador arrojándose desde un balcón o apuñalándose en múltiples ocasiones; situación que dejó al descubierto nuevamente que el Internet es un arma de doble filo contra el que se hace cada vez más difícil luchar.
Internet es una fuente de información descontrolada y sin supervisar, lo que lo convierte en un peligro en manos equivocadas”
Después de haber apreciado la vulnerabilidad de los jóvenes en situación de depresión ante este tipo de tendencias virtuales, queda claro que deberíamos de implementar una reforma educativa en donde las redes sociales y la navegación en general por las casi infinitas páginas sean abordadas como una materia en las escuelas y colegios por parte de psicólogos que se encarguen de orientar acerca del buen uso y de los riesgos que implican el involucrarse en esas plataformas multitudinarias.
La nueva generación de chicos convive a diario con los celulares inteligentes, a lo que muchos padres no comprenden del todo o simplemente no poseen el tiempo suficiente como para poder monitorear la vida “tras las pantallas” de sus hijos; por lo que una intervención tercera pareciera ser una buena opción para combatir con las malicias digitales.
A todo esto, es importante recalcar que la falta de afecto familiar, así como la audacia de este tipo de maquiavélica invención, nos invita a reflexionar en que los tiempos pasan y el mal se nos presenta de manera innovadora y engañosa constantemente; cobrándose la vida de quienes caen en la tentación de buscar saciar sus vacíos existenciales.
“Trabajar y estudiar” sugieren miles de comentarios en las redes sociales para hacerle frente a esta clase de trampa mortífera; en términos psicológicos debemos entender que no todas las personas son iguales y que unos más que otros, son propensos ya sea por curiosidad, tristeza o disconformidad con su entorno, a adentrarse en los oscuros rituales del ciberespacio.
Diferenciar y tratar a tiempo a un niño depresivo, así como la rápida identificación de los movimientos suicidas, puede ayudar a salvar miles de vidas. Las autoridades deberían de invertir más recursos en la capacitación de personal que pueda lidiar con los “problemas virtuales”, que son una amenaza silenciosa, pero real y a escala global.