Don Derlis Ortiz despertó la mañana del domingo y salió al patio de su casa, en la comunidad de Quinta Línea Kurusu Araujo, distrito de Caaguazú, a mirar a su buey, pero no lo encontró.
El nerviosismo comenzó a apoderarse de él. Lo buscaba por el patio de su propiedad, pero no había rastros.
Desesperado, pero con la esperanza de encontrarlo comenzó la búsqueda por los alrededores de la comunidad. Hasta que sus peores pensamientos se materializaron: los restos de su buey, carneado, yacían en un matorral.
El dolor de perder a su única animal, su esperanza, su compañero infalible de trabajo lo hicieron caer al piso. En cuclillas al lado del animal faenado por delincuentes, se tomó la cabeza y se puso a llorar. Ya no le quedaba nada más por hacer…
Los cuatreros siguen atacando a ricos y pobres, sin distinción. ¿Hasta cuándo?, se preguntan los caaguaceños.