Gilda Eugenia Huerto, de 72 años, en agosto del año pasado comenzó a sentir fuertes dolores de cabeza y adormecimiento de una de sus piernas. Su familia la llevó en varias ocasiones hasta el IPS de Capiatá, pero no había medicamento que le calmara.
Pasaron los días y no conseguían un turno con un neurólogo en IPS Central y cuando por fin consiguieron, debía esperar resultados de un estudio. Así se enteraron de que tenía un tumor en la cabeza.
La mujer debía realizarse una cirugía para extirpar el tumor, pero previo a eso, habría que hacerse una resonancia magnética para saber en qué parte mismo tenía el mal y saber si era o no operable.
En diciembre del año pasado, le agendaron una nueva consulta con el neurólogo para que viera esos resultados, pero lo hicieron con un error: “30 de febrero”. Tras el reclamo, quedaron en que consultaría el 28 de enero.
Lastimosamente ese mismo diciembre, la doña desmejoró y se tenía que adelantar la operación. Desde la previsional le pidieron alquilar un instrumento para realizar la cirugía a cráneo abierto, pero no consiguieron a tiempo y la cirujana decidió no hacer el procedimiento por falta de ese artefacto y porque la doñita estaba muy débil.
El 20 de diciembre, doña Gilda falleció. Un duro momento afectó a toda la familia, ya que nunca supieron qué tipo de tumor llegó a tener y si era tratable.
La herida se abrió cuando desde el IPS le escribieron un mensaje para reconfirmar la cita con el neurólogo. “Nuestras condolencias, gracias por respondernos”, le indicaron desde el Wasapero al enterarse de que ña Gilda ya no estaba.